ARTISTAS DEL ODIO

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ARTISTAS DEL ODIO

SANTANA HERNANDEZ, CHRISTIAN

17,00 €

Si usted no ha leído La ratonera de Van Gogh, las líneas que siguen pueden romper el encanto de la primera en-trega de esta trilogía, nacida hace más de diez años de la inagotable imaginación... Leer más

17,00 €
Editorial:
ANROART EDICIONES
Año de edición:
2015
Materia
Canarias literatura generalidades
ISBN:
978-84-944745-1-4
Páginas:
223
Encuadernación:
Otros
Colección:
SIN COLECCION

Si usted no ha leído La ratonera de Van Gogh, las líneas que siguen pueden romper el encanto de la primera en-trega de esta trilogía, nacida hace más de diez años de la inagotable imaginación de su autor: Christian Santana Hernández. Si no lo ha hecho, prometo guardar el secreto. Por eso no le contaré qué fue de Arthur, ese joven inglés que se enreda en la telaraña de una trama que gira en torno al tráfico de obras de arte, y que encuentra el gran amor de su vida, mientras parece manejado por los hilos de un destino incierto. No hablaré tampoco de Sasha, la intrépida agente de la Interpol que le roba el corazón al 'chico de la película' y se ve arrastrada por ese afecto hacia las cloacas de una sociedad en la que conviven la pureza y los más bajos instintos. Ni de Mortimer, el amigo con pasado oscuro que es incapaz de superar las heridas abiertas en su infancia. O de Dumont, el villano por antonomasia, el tipo sin escrúpulos, el personaje que encarna la maldad sin paliativos, pero que resulta especialmente atractivo en la pluma del autor, que disfruta con cada palabra que sale de la irreverente boca de este policía corrupto. No, no voy a hurtarle ese caramelo, querido lector.
Y no lo haré porque solo es el principio, el origen de un camino que crece de manera exponencial en el volumen que ahora acaricia. Si en la primera parte había que agarrarse al asiento para soportar la montaña rusa de un argumento apasionante, para la segunda le hará falta un arnés. Las curvas son pronunciadas y peligrosas. La trama se hace más compleja y los personajes ganan en profundidad, como si el autor madurara con cada línea. Son más ricos, más humanos. No hay lugar para la simplicidad o el tic maniqueo de las novelas de intriga, en las que los buenos son santos y los malos encarnan al mismo demonio. No. Christian Santana Hernández no se conforma. La lectura de esta entrega demuestra su pasión por los retos, por superar cada escollo, por cerrar cada puerta, cada rendija por la que se pueda escapar la coherencia de su apuesta literaria.
Y todo ello sin renunciar a la 'marca de la casa'. Si algo caracteriza a esta trilogía, que gira en torno al joven Christmas, son los saltos temporales. Las idas y venidas cronológicas imprimen un ritmo endiablado y apuntalan la historia, que nunca decae en interés. El estilo que caracteriza al escritor es sorprendente, porque las transiciones entre momentos alejados en el tiempo son imperceptibles, suaves, sin que ello suponga que el lector pierda nunca el hilo, que, como el de Teseo, desentraña el intrincado laberinto. Agradezca, intrépido amigo, que ya está entrenado gracias a La ratonera de Van Gogh, porque en Artistas del odio aparecen y desaparecen ventanas temporales y espaciales como si usted fuera una moderna Alicia en el País de las Maravillas, atravesando cientos de espejos.
En este segundo plato del festín se produce, además, una transformación. El autor lleva al extremo su recu-rrente máxima, casi eslogan: "Nada es lo que parece". Lo blanco avanza hacia lo negro y corazones oscuros encuentran refugio en tonos más grises. Pero esta transición no es caprichosa. Quizá Santana nos prepara para lo que va a venir, aunque se ocupa de situar señuelos estratégicamente para mantener la tensión.
Pero ese juego requiere de un tablero, y lo encuentra, porque otra característica que define a esta trilogía es la pasión que transmite el autor por el conocimiento. Está decidido a que el lector pasee por hermosas e inquietan-tes ciudades y casi pueda escuchar el sonido de la vida en ellas. Entramos en iglesias y museos, conocemos anécdotas y hechos que sucedieron en urbes cargadas de historia, y todo ello con el aderezo del cine y la música, que ponen imagen y banda sonora a este apasionante viaje literario. Ya sucedía en la obra original, pero es que, cada vez más, el entorno está al servicio del argumento. La forma se subordina al fondo. Se suprime lo accesorio y se desnuda la trama hasta rozar la piel de los personajes.
Así que saltos en el tiempo y paseos por ciudades, obras de arte, películas y música... Pero, hay más. Una pasión que no se oculta y a la que el arquitecto de estas páginas nunca renuncia: Shakespeare. La lectura del escritor británico cambió la vida del autor, como siempre reconoce cuando recuerda que fueron sus padres, Mariluz y Carmelo, quienes le revelaron la grandeza literaria del Cisne de Avon, al poner un ejemplar de Hamlet en sus manos con apenas 12 años. La condición humana, la complejidad de la especie, lo poliédrica que puede ser una personalidad dependiendo de las circunstancias... El amor romántico, el odio, el poder y, sobre todo, lo falibles que somos los seres que habitamos en este escenario que es la vida. Todo ese legado está en Artistas del odio, como ya se encontraba en La ratonera de Van Gogh. Un tesoro que marca cada capítulo y que flota de manera transversal en la trama, por expreso deseo del autor.
Cuando una vez, en mi papel de periodista y curiosa impenitente, le pregunté a Christian Santana Hernández cómo era su proceso creativo, me contestó: "Me sale y tengo que sentarme a escribir". Y así es. Las ideas bullen en su mente y es capaz de parir un capítulo en dos horas, como si Arthur, Sasha, Morti, Dumont, Provotz o G luchasen por mutar en negro sobre blanco. Por hacerse de papel y protagonizar nuevas aventuras. Quizá porque todos ellos son él. Quizá porque su honestidad hace que deje un trocito de sí mismo en cada una de las palabras que usted, querido lector, se dispone a devorar... Buen apetito.

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